viernes, 21 de octubre de 2011

¿en qué consiste?

Nos encanta escuchar historias de otros, disfrutamos los cuentos desde que fuimos pequeños y nos entretuvimos imaginándolos, las ilustraciones acompañaron a las primeras narraciones y así fuimos conociendo mundos ficticios que capturaron nuestra atención.
Las fábulas nos enseñaron que los animales sí pueden comportarse como humanos, además de dejarnos una valiosa lección; los cuentos nos presentaron príncipes que encantaron y brujas que hechizaron con sus mortíferas manzanas; las leyendas continuaron por mostrarnos que, a veces, la realidad se combina con la fantasía misteriosamente. De esta forma, vislumbramos dimensiones fantásticas, míticas, legendarias, maravillosas, etc.
Al crecer, se ampliaron los horizontes dibujados y comprendimos que una historia es reflejo de un individuo, de una sociedad y de una época, que su valor no radica en la cantidad de palabras, sino en la originalidad y el contenido de ellas, y que aquello tan interesante, personal, emotivo, frustrante, íntimo, clandestino, único, vivencial, lúgubre, irracional, radical, envolvente, social, etc. que pulsa en nosotros, puede ser motivo de un relato que sea vivido por personajes, en un tiempo y espacio determinados.
Ficción que se constituye como un mensaje que habla de sí y de su creador, registra etapas de madurez, pasiones, razones, anhelos y desenfrenos; visiones propias de un emisor que siente, vive, observa, reflexiona, cuestiona, discute y goza. Por su parte, la adolescencia se ha concebido como una etapa particular en el desarrollo del ser humano, donde las experiencias se descubren especialmente intensas, fluctuantes y repentinas, donde tampoco nada es definitivo, ni estable, pero sí sempiterno en el recuerdo…

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